domingo, 29 de septiembre de 2013

'Elysium' - La preocupación de Blomkamp

http://pics.filmaffinity.com/Elysium-857520115-large.jpg
Título original: Elysium    Director: Neill Blomkamp    Guión: Neill Blomkamp    Música: Ryan Amon    Reparto: Matt Damon, Jodie Foster, Sharlto Copley, Alice Braga, William Fichtner, Diego Luna, Wagner Moura, Talisa Soto, Ona Grauer, Terry Chen, Adrian Holmes    Distribuidora: Sony Pictures Releasing de España

En su primer largometraje (District 9, 2009), Neill Blomkamp irrumpió con fuerza en las pantallas mediante una historia que conjugaba -como solo permite la ciencia ficción- el espectáculo más palomitero con la crítica social. El director sudafricano arremetía contra las multinacionales, la industria armamentística, las mafias africanas y la xenofobia, intolerancia y 'guetización' del diferente; pero lo hacía de forma superficial, cediendo siempre a un espectáculo bastante convencional. La desaprovechada idea de partida era brillante, a pesar de sus semejanzas con Alien Nación (Graham Baker, 1988), y aunque la película no era para tanto fue un éxito de taquilla y recibió excelentes críticas. Era de esperar que en su siguiente película Blomkamp repitiera la misma fórmula. Lo que no era tan predecible es que exacerbaría todos sus defectos.

Elysium, igual que su predecesora, es ante todo una película de acción ambientada en el futuro, pero también una débil metáfora con una convencional crítica social del presente. La diferencia es que ahora la crítica se centra únicamente en la injusta distribución de la riqueza y las migraciones desesperadas que esto ocasiona. La poca élite adinerada, que son todos muy malos, oscila entre el fascismo de la ministra de defensa y la hipocresía políticamente correcta del presidente. Hablan francés (aunque el inglés parece el idioma oficial de la humanidad) y viven en una lujosa estación espacial sin enfermedades. El resto, la mayoría de los seres humanos, que hablan español y que son muy muy buenos a pesar de la miseria y el crimen, viven en una tierra enferma, contaminada y tercermundista.

http://sites.sonypicturesreleasing.es/sites/elysium/site/cdn/images/pages/interiors/the-movie/photos/8.jpg

El resto de la película se mantiene fiel al estilo de District 9. Planos generales que contrastan el lujo de la estación espacial con la podredumbre de la tierra, convencionales escenas de acción con cámara en mano resueltas con ritmo y desorden pero sin genio, y una negligente indiferencia por los personajes y el guión. Los personajes, esta vez con una mayor gama de secundarios, son aún más arquetipos que en el anterior trabajo del director. Por su parte los aún más numerosos defectos del guión -p.e. el absurdo y débil sistema de defensa de la estación espacial o el sentimentaloide y absurdo final de épica fallida que escupe sobre el mismo tema social de la película: el problema de la distribución de unos recursos finitos- hacen que como historia y como parábola crítica, la película sea insostenible. 

Esta vez Blomkamp se ha quitado la máscara que aun podía engañarnos en su anterior trabajo. No es un director de blockbuster preocupado por la sociedad, sino un director con buen olfato para llenar las salas. Al igual que Coca-Cola, el director de District 9 ha descubierto que, en contexto de crisis, las preocupaciones sociales venden. Solo hay que tener cuidado en no profundizar demasiado, algo que además requiere demasiado esfuerzo, en no ser revulsivo y en no molestar a ningún espectador potencial. Viendo Elysium parece que el único problema que preocupa a Blomkamp es llenar las salas.

Realmente la única diferencia profunda entre Elysium y District 9 es la idea de partida. Suficiente para que un servidor, como parece haber ocurrido entre público y crítica, se desengañe sobre un director que poco tiene que aportar a un género devorado por el fantástico.
 
http://sites.sonypicturesreleasing.es/sites/elysium/site/cdn/images/pages/interiors/the-movie/photos/6.jpg

martes, 24 de septiembre de 2013

'Tú Eres el Siguiente (You're Next)' - Macabro, fresco y divertido slasher

Título original: You’re Next  Director: Adam Wingard Guión: Simon Barret  Música: Mads Heldtberg   Reparto: Sharni Vinson, Nicholas Tucci, Wendy Glenn, AJ Bowen, Joe Swanberg, Sarah Myers, Amy Seimetz, Rob Moran, Barbara Crampton, Ti West, Simon Barrett, LC Holt   Distribuidora: Filmax
Premios: 2011: Fantastic Fest: Mejor película de terror, director, guión y actriz (Vinson)

Incluso en un momento de la industria del cine en que los géneros se debilitan y sus fronteras se difuminan, sorprende la rapidez con que las películas de terror han ido cambiando de forma con el fin de seguir sorprendiendo y aterrizando al público y, sobretodo, el de entretener y llenar las salas y los bolsillos. En quince años a las películas slasher -esas películas de susto más que de terror, con adolescentes más o menos hormonados a los que acosa un asesino- se han añadido aquellas que, siguiendo la estela oriental, tratan de volver al terror puro infundido mediante atmósferas depuradas (p.e. The Ring con todos sus remakes y secuelas); se sumaron otras, como el Splat Pack o el Torture Porn (las franquicias Saw y Hostel), que en su intento de incomodar al espectador caen sin pudor en límites cercanos al gore más desagradable; y también, aquellas otras películas que partiendo de Holocausto Canibal (1980, Ruggero Deodato) y pasando por El proyecto de la Bruja de Blair ( Eduardo Sánchez, 1999) se han entregado al formato 'Metraje Encontrado', como las franquicias Rec o Paranormal Activity. Y esto sin considerar el bombardeo de apocalipsis zombis o las crepusculadas, más cercanas al fantástico que al terror, o aquellas películas que tratan por su cuenta y riesgo de renovar el género.
 
En un panorama como este, puede sorprender la recuperación de un denostado slasher por Adam Wingard y su guionista Simon Barret. No obstante, la vuelta por parte de esta producción independiente a la típica historia de una casa asaltada por asesinos/psicópatas, es, aunque no lo parezca, una decisión valiente en busca del entretenimiento. Tú Eres el Siguiente, película a la que acudí bastante escéptico -no soy apasionado al terror en general y menos al slasher en particular- como una de las películas más frescas que he visto del género.
 
 
Tú Eres el Siguiente se presenta como la típica historia del género, con sus arquetipos - p.e. mujer asustada e histérica, líder del grupo y pareja de éste (si bien los sexos están cambiados)-, lugares comunes y convenciones. Y como tal es predecible. Tras la primera media hora ya hemos identificado los arquetipos, sabemos quién es el personaje favorito del director (y por ende, el probable último superviviente: una desconocida y más que correcta Sharni Vinson), y casi podríamos hacer una quiniela, bastante acertada del orden en el que van a morir los personajes. Sabremos que ha de haber un último giro final, un último “malo”, y predecimos con facilidad en qué va a consistir. Y aun así, obviando los predecibles sustos y pseudosustos, el director juega correctamente con los elementos del género deparando alguna que otra agradable sorpresa, además de introducir sutiles guiños a La Ventana Indiscreta.
 
La película goza también de una macabra ultraviolencia que, por fortuna, escapa del gore pero hará las delicias de los espectadores más ávidos de esa sensación morbosa y desagradable que te desafía a no apartar la mirada. Unos asesinatos que, consciente de que el espectador se sabe todos los trucos del género, se centra más en buscar su anticipación en un negro gag ingenioso y macabro capaz de sorprender antes por la forma en la que llega la muerte que por el momento.
 
 
Así, Simon Barret ha añadido a esta historia convencional otros tonos que la hacen distanciarse del género para acercarse a la comedia negra y las historias de venganza. Como es de esperar un grupo de asesinos-psicópatas disfrazados con máscaras de peluche ha decidido asesinar y hacer la vida imposible a los habitantes de una gran mansión. Pero esta vez no son adolescentes hormonados que se han aislado en busca de alcohol y sexo, sino una adinerada familia disfuncional. Y entre matanza y matanza, Barret se divierte burlándose de sus trapos sucios (la ola de asesinatos comienza en plena cena y discusión familiar). En lugar de tener a un “negro gracioso” tenemos para hacernos reír macabramente a un presuntuoso hermano muy dado a los reproches (en todo momento), y empeñado en no morir fácilmente; a la pareja protagonista típica contrapone otra pareja en la que ella es una especie de Chuck Norris con pechos y cara susto y él un gordito cobarde. El resultado son conversaciones tan negras y simpáticas como la última entre esta pareja protagonista.
 
 
Gradualmente, sin giros de guión demasiado bruscos, la película cambia el tono completamente y se convierte en un film de venganza. Como cuando en un momento lúcido de nuestras pesadillas tomamos el control y damos la vuelta a nuestro sueño. Es entonces cuando se desvela la humana naturaleza de los crímenes y los asesinos se quitan las máscaras para mostrar que no son meros psicópatas con una entidad casi sobrenatural. Ahora empieza la diversión. Continúa la matanza.
 
Termina la película en un buen clímax con todos los elementos del film y queda un agradable sabor de boca. Más que un ejercicio de tensión e incluso miedo -que en cierta medida y en pequeñas dosis algo hay-, Wingard y Barret nos han ofrecido algo fresco, entretenido y hasta divertido. Qué importa que, como suele ocurrir en estas películas, no haya más donde rascar.
 
 

'El espíritu del 45' - Lo que dejamos vender

 
Título original: The Spirit of '45 Director: Ken Loach Guión: Ken Loach Música: George Fenton Reparto: Documentary Duración: 94 min. Distribuidora: Golem 

 En un presente en el que los restos de un Estado del Bienestar -que en España apenas pudimos oler- son despedazados y vendidos, pocos ejercicios de recuerdo historiográfico son más pertinentes y necesarios y más de actualidad que rememorar todo lo que nuestros abuelos pasaron para conseguir aquello que ahora dejamos vender, en qué condiciones se vivía entonces y las esperanzas que estamos tirando por la borda. Ken Loach no está hablando del pasado, se refiere estratégicamente y con audacia al presente.
 
Nadie en sus cabales negará que el “espíritu del 45” hiciera mucho por aquellos que menos tenían, pero con frecuencia no le damos el alto valor que merece u olvidamos que los derechos, una vez ganados, hay que defenderlos. Este es al auténtico recordatorio que se propone el director socialista. Por ello contrapone a la fiesta y celebración nostálgica del solidario “espíritu del 45’, la vil manera y progresión en que se empezó a desmoronar y privatizar un estado posible gracias a la socialdemocracia, por manos de políticos del neoliberalismo (los afines pioneros: Pinochet, Thatcher y Reagan). El documental está siempre aplicado a Gran Bretaña. Lo contrario sería debilitar el discurso y prolongar innecesariamente el metraje. Es tarea fácil para el espectador dar un paso más al planeado por Loach y ver dónde estamos 30 años después de estas políticas neoliberales… a dónde ha llevado esta falsa “Gran Moderación”.
 
 
 Como lamento, celebración nostálgico e importantísimo recuerdo el documental funciona, pero como nada más. Pocas cosas hay más tristes tras el visionado de un documental, y más en uno como este, que constatar con plena seguridad cómo no se ha extraído ni una sola idea interesante de los 94 minutos de metraje. Eso ocurre con 'El espíritu del 45’, y es muy triste.

Hay una elipsis fundamental en el discurso de este documental: aquella que contrapone de un salto el inicio de la socialdemocracia en 1951 con el inicio de la política de la Dama de Hierro en 1979. Con ella se barren e ignoran de golpe 30 años de historia. Estamos ante toda una declaración de intenciones. Por una parte, la comparación de ambos espíritus, uno idealizado en el que reina la solidaridad, y otro regido por el egoísmo y el individualismo; por otra, el maniqueísmo de la propuesta de un director más efectista que reflexivo. A Loach no le importa comprender ni explicar qué ocurrió en esos 30 años. No le importa la ‘estanflación’, la crisis del 73, ni ninguno de los cambios políticos, económicos y culturales que propiciaron la subida de Thatcher y su neoliberalismo bajo el lema TNA (‘There is Not Alternative’. Ríanse pero a nosotros nos la están colando con las mismas palabras… pero en un peor inglés). A Loach le vuelve a poder la persuasión fácil y emocional sobre la reflexión. Comprobamos lo mismo en los entrevistados. Contrastan una mayoría de trabajadores testigos del cambio del gobierno laborista de Clement Attlee en contra de una minoría de expertos capaces de indagar y analizar en ellos.
 
Las alternativas que parece sugerir el documental tampoco me convencen demasiado… ¿Hay que volver al fin de una II Guerra Mundial, a un porcentaje de ancianidad minúsculo, a la muerte de miles de obreros, a la destrucción de un país y a las ayudas americanas para reconstruir el Estado del Bienestar? O tal vez, más que las medidas concretas, lo que reivindica el director, es ese “espíritu” solidario y activista del que hace mención el título y que no hay que creerse del todo. ¿Pero entonces, por qué abusar de datos históricos concretos de escaso valor sobre los pasos en la nacionalización de cada servicio? 

A la espera de que en su próxima película Ken Loach nos de las respuestas, tendremos que pensar por nosotros mismos en lugar de volver a soluciones del pasado. Hasta entonces, tratemos de mantener tantos derechos y servicios como podamos.
 

lunes, 23 de septiembre de 2013

'La Mejor Oferta' - Tornatore necesita un misterio interior



Título original: La Migliore Oferta  Director: Giuseppe Tornatore Guión: Giuseppe Tornatore Fotografía: Fabio Zamarion Música: Ennio Morricone Reparto: Geoffrey Rush, Jim Sturgess, Sylvia Hoeks, Donald Sutherland, Philip Jackson, Dermot Crowley, Liya Kebede, Kiruna Stamell Distribuidora: Filmax
Premios: 6 Premios David di Donatello, inc. mejor película y director

Al comienzo de La Mejor Oferta, Virgil Oldman (Geoffrey Rush en uno de los mejores papeles de su carrera), un rico marchante de arte salido como de otra época, un hombre solitario aislado del mundo más allá de toda idílica mediación artística, le dice a su único “amigo” Billy (un correcto Donald Sutherland interpretando a un artista frustrado por su especialista amigo): "El amor por el arte y saber sujetar un pincel no te convierten en artista. Necesitas un misterio interior y eso, mi querido Billy, tú no lo has poseído nunca."

Durante la primera mitad del filme, Tornatore demuestra ser plenamente consciente de ello. Después de Cinema Paradiso (1988) no creo que nadie dude de que el director italiano ama el cine y sabe sostener la cámara. Y tras la indiferencia con que sus películas posteriores fueron acogidas, tampoco creo que el director de Baarìa (2009) no se haya planteado si acaso le falta algo. Tal vez un misterio interior.


Este misterio interior es una mujer que insiste en vernos, en hablar con nosotros, pero a la que no podemos ver. Para un hombre como nuestro protagonista, capaz de vivir en una mansión que homenajea, como el propio director, los gustos más clásicos; con una colección de guantes -que le libran de contactar directamente con el mundo exterior- tras la que se esconde su mundo real: una colección secreta de retratos femeninos, todos ellos con un misterio, a los que es capaz de amar desde la idealización, únicas criaturas a las que toca con sus manos. Para un hombre así, la atención de esta mujer misteriosa, que vive encerrada en una mansión repleta de arte -incluidas las extrañas piezas de un enigmático mecanismo- es un misterio capaz, primero, de llamar su atención, fascinarle después y, finalmente, enamorarle.

Lo mismo le ocurre al espectador. El director de Cinema Paradiso ha logrado lo que se proponía. Una gran historia de amor y un fascinante thriller que no es un thriller, pues no hay muertes, ni asesinatos, ni investigación. Tornatore maneja la cámara y la narración con un clasicismo hipnótico, capaz de contagiar con ayuda de Ennio Morricone el misterio y la fascinación a los que se entrega el personaje. Creo que todos nos sentimos atraídos por esa voz que surge de una pared pintada a modo de trampantojo, como un falso vergel de cartón piedra (como resulta todo al final de la película, una vez finaliza el baile de máscaras). Disfrutamos siendo cómplices y testigos de cómo esa mujer misteriosa se introduce en los pensamientos del protagonista y en los nuestros; comprendemos a un Geoffrey Rush en estado de gracia en esa búsqueda desesperada por hallar un rostro para la voz que suena por teléfono en una de las mejores escenas del film; y gracias a la dirección también participamos gustosos a ese cortejo en que Virgil Oldman busca el origen de la enigmática voz y, después, el modo de encontrarse con su ojo a través de la ranura por la que es observado.


Pero a mitad de la película el rostro nos es revelado y con él desaparece el misterio. El deseo de ver a la mujer agorafóbica que no se deja ver se desvanece y la película que podría haber sido una digna heredera de Vértigo (Hitchcock, 1958) pierde el encanto. Ahora el espectador no sabe a qué atenerse y el relato ha perdido su fuerza.
 
El director de Pura Formalidad (1994) ha querido cambiar el registro de su thriller en un desafortunado giro a mitad de la película. Ahora hemos visto el rostro de la mujer, sabemos a qué corresponden las piezas que el protagonista ha ido encontrando y lo único que tenemos son indicios, soltados sin gracia e ignorados por el protagonista, que nos hacen sospechar de que algo anda mal: una llamada por teléfono con un tal “director” que siente celos, una advertencia de la novia de su amigo y la charla soltada por Sutherland a su amigo especialista en falsificaciones de arte sobre cómo las emociones también se pueden falsificar. A Tornatore ya no le importa lo más mínimo que toda obra de arte, en especial un retrato, deba tener un misterio interior. Lo ha olvidado por completo para centrarse en otro aspecto del arte, las falsificaciones, a partir de otra de las citas de su protagonista: “siempre hay algo auténtico oculto en toda falsificación".

La película se ha encauzado en un registro convencional. Perdido el misterio, la mujer protagonista ha perdido casi todo su interés, igual que la trama de las piezas, y solo queda un metraje innecesario (sobre todo lo relacionado con las dichosas piezas o la figura cansina y sobrante de la enana), y esperar que suceda lo que la mayoría de los espectadores habrán visto venir por adelantado. Hasta la dirección de Tornatore y la música de Morricone parecen haber perdido parte de su encanto.
 
http://www.filmax.com/assets/cache/banner/assets/peliculas/banners/1370603305.jpg

Spoiler:


'El Atlas de las Nubes' - Pretenciosas nubes

 
Título original: El atlas de las nubes Director: Tom Tykwer, Andy Wachowski, Lana Wachowski (AKa Larry Wachowski) Guión: Los mismos directores, basado en las novelas de David Mitchell Fotografía: Frank Griebe, John Toll Música: Reinhold Heil, Johnny Klimek, Tom Tykwer Reparto: Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent, Hugo Weaving, Jim Sturges, Du-na Bae, Ben Whishaw, James D'Arcy, Xun Zhou Distribuidora: Warner Bros

Personalmente, suelo huir de aquellos batiburrillos contemporáneos que tanto parecen gustar a algunos entre (pseudo)ciencia, (pseudo)filosofía y (pseudo)religión. Alguna vez estas tres disciplinas son tomadas en serio y quedan obras maestras de la talla de 2001: Odisea en el Espacio (Stanley Kubrick, 1968), pero no suele ser el caso, y menos en la actualidad, donde toman ese a misticismo ‘new age’ del que habla Javier Ocaña en su acertada crítica. El Árbol de la Vida (Terrence Mallick, 2011) se libraba por los pelos, pero no suele ser así (véase, por ejemplo, Las Vidas Posibles de Mr. Nobody (Jaco Van Dormael, 2009). No obstante ahí estaba la mesiánica Matrix (Hnos Wachowski, 1999) con tanta ciencia como filosofía, con escenas de acción fabulosas y un éxito merecido. Las secuelas entraban más en el tipo de cine pretencioso al que suelen dar lugar estas mezclas, pero aun así me las tragué con gusto en mi adolescencia. El día que me dirigía al cine a ver  El Atlas de las Nubes iba temblando por lo que me podía encontrar. Estaba por ver si me equivocaba.

El último filme de los Wachowski, ahora con Tom Tykwer -Corre, Lola, Corre, (id, 1998), El Perfume (id, 2006)-,  es una película de historias cruzadas entre épocas diversas. Un total de seis: El Diario del Pacífico de Adam Ewing (1849), Cartas desde Zedelghem (1936), Vidas a medias: el primer misterio de Luisa Rey (1973), El Tremendo Calvario de Timothy Cavendish (2012), La antífona de Sonny-451 (2144), El cruce de Sloosha (2321). En todas ellas saldrán los mismos personajes que alternarán su protagonismo por parejas: Tom Hanks - Halle Berry, Jim Sturgess - Doona Bae (los ‘chinos’), James D'Arcy - Ben Whishaw (los gays), y Jim Broadbent en el papel de Timothy Cavendish protagonizando una historia que solo sirve para hacer énfasis en algunos temas, alargar más la alargada producción y dar el contrapunto cómico. Todas las historias tratan los mismos temas, pero cada una hace énfasis en un aspecto mediante un discurso mal calzado y excesivamente subrayado.

El trasfondo de todos los temas tratados y de todas las historias es la ‘tergiversación’ de dos conceptos de Nietzsche ya comunes en la filmografía de los directores (ver Matrix): La voluntad de poder contra los órdenes “naturales” y el eterno retorno. Todas las historias se pueden interpretar en clave de la lucha del individuo contra la opresión de las instituciones y convenciones, es decir, contra el orden establecido. Lucha en la que, inevitablemente, el individuo fracasará. Pero el eterno retorno está ahí, para repetir la misma lucha una y otra vez, para que, intoxicado con filosofía oriental y mucho karma, cada reencarnación de los personajes compense la lucha y dignidad de la vida anterior. Esto del karma llega hasta el punto de que en la última historia (2321) nos encontramos con tres castas: los que llamaremos Uruk-Hai (el ‘infierno Wachowskiano para quienes fueron malos), los vayesianos (una especie de ‘purgatorio’ para quienes mostraron su humanidad e irregularidad moral), y otra especie de ‘cielo tecnológico’ para aquellos que fueron buenos. Y por supuesto, a la más santa y mártir de todas la reservan el puesto de ‘diosa’ y al más ruin y malo el de ‘diablo’.


Partiendo de estos dos conceptos nietzschianos acompañados con varios comentarios científicos -p.e. a la física cuántica y teoría de la relatividad-, guiños religiosos -nombres bíblicos: Adam, Isaac, etc., y personajes mesiánicos-, filosofía y religión oriental -karma, reencarnaciones, y un toque Zen-, los directores arrojan panfletos y discursos sobre temas varios entrelazados: la tolerancia sexual y racial, la importancia del amor más allá de cualquier convención (incluida la muerte, claro), la existencia de una Verdad (‘ver-verdad’), la importancia de ser bueno en la vida, la fe, la ruptura del estatu-quo y las convenciones, y la importancia de ser fiel a los sentimientos y valores que uno siente, pues, un sacrificio moral “no es más que una gota en el océano que no cambiará el mundo pero, el océano se compone de gotas”. ¡Puaj! Quien guste de escuchar obviedades en una retórica cursi con tufo a misticismo a lo Paulo Coelho, disfrutará enormemente con la película.

El trio Wachowski-Tykwer ha logrado un coctel de pseudociencia, pseudoreligión y pseudofilosofía capaz de romper con la narración lineal y el tiempo basándose en la teoría de la relativiad, el eterno retorno y las múltiples rencarnaciones; pero incapaz escapar de la pretenciosidad y megalomanía de una propuesa que se recrea en discursos ridiculamente solemnes, donde con la excusa de la ciencia se desarrolla una metafísica vacua y deleznable. Me temo que El Atlas de las Nubes entra sin duda en esa clase de películas de las que hablaba que tratan de dar una inmensa visión del mundo, pretendidamente original y trascendental, en un único y superficial nivel de lectura (de nuevo Mr. Nobody).  Esta megalomanía, claro está, no renuncia al espectáculo con un inmenso presupuesto, enormes recreaciones digitales en busca de una ‘belleza’ artificial ajena a la dirección -i.e. los continuos atardeceres y cielos informatizados-, y escenas de acción a lo Matrix en cámara rápida. Es digno de reconocimiento, eso sí, el esfuerzo que se ve que han dedicado al montaje de las distintas narraciones.

Y es una lástima, porque las historias por separado bien podrían merecer la pena como un producto menor si se hubieran centrado en ellas. Así la historia de Seul podría ser un sucedáneo de Matrix contaminado por V de Vendetta y bastante épico; la historia del viejo una comedia decente; o la historia del músico homosexual una de esas películas románticas que tanto gustan a los americanos. 

Durante todo el visionado no pude evitar la sensación de que Lana y su hermano me querían convencer de algo, como si tuvieran nada que justificar. En cualquier caso, espero que a Larry/Lana le haya salido mejor su cambio de sexo que al agente Smith en su nueva encarnación: Bill Smoke. Los hermanitos del alma tratan de sostener un mundo sobre sus hombros, se creen Atlas, pero no son más que nubes… Esperemos que se disipen pronto.