Título original: La gran familia española Director: Daniel Sánchez Arévalo Guión: Daniel Sánchez Arévalo Fotografía: Juan Carlos Gómez Música: Josh Rouse Reparto: Quim Gutiérrez, Antonio de la Torre, Patrick Criado, Verónica Echegui, Roberto Álamo, Héctor Colomé, Miquel Fernández, Arantxa Martí, Sandra Martín, Sandy Gilberte, Raúl Arévalo, Pilar Castro Distribuidora: Warner Bros.
La última película de Daniel Sánchez Arévalo es un cúmulo de
clichés y lugares comunes. La familia gran familia española, a lo Los Serrano, está formada por cinco
garrulos obsesionados por el futbol. Un hermano mayor, depresivo, a quien dejó
la mujer con deudas y una hija a cuestas; un hermano retrasado que todo lo sabe, ideal para el chiste fácil; una niña demasiado madura para su edad,
ideal para complementar al tonto; un triángulo amoroso entre hermanos (uno de
ellos es el listo de la familia y el otro el normal) movidos por celos y
envidias que se remontan atrás en el tiempo; y, como esto es España y una
producción de Antena 3, no podía falta el cani descerebrado que decide saltarse
las clases del instituto de “Física o
química”, para casarse tras cumplir 18 años, el mismo día de la final España
vs Holanda.
La vida de ¿éxitos? y fracasos amorosos de estos cinco vienen
marcados por padre, el patriarca Héctor Colomé, un hombre que además de ver el
futbol reunía a su familia ritualmente
para ver Siete novias para siete hermanos,
la película con que conoció a su mujer. Su mujer le dejó, seguramente,
harta de ver una y otra vez la película de Stanley Donen. Le rompió el corazón
y marcó a la familia con el estigma del fracaso amoroso que heredaran todos
ellos. Con su boda, el chaval pretende rescribir la historia y continuar la
película de su padre.
La historia es bien sencilla. El día de la boda (y de la final de
futbol) la familia se reúne y, ante el achaque de padre, deben enfrentarse a
sus demonios y lavar sus trapos sucios para deleite del espectador. Todo es convencional
y tan predecible como ver un partido de futbol grabado del que se sabe el
resultado. Desde la primera media hora sabemos cómo va a acabar la película. A
cada minuto deducimos los cinco siguientes. Para remediar esto, el director
descubre el bombo a media hora del final en un intento, algo forzado, de
sorprender con un giro final al espectador. La mejor sorpresa es un arreglo
entre tres, para que así todos salgan contentos en una película que, por exigencia
del guión, debe ser positiva.
Sin embargo, y esto es innegable, el director de Primos (2011), conoce bien su oficio y,
desde el principio, sabe qué es lo que quiere contarnos. Quiere hablar de las
múltiples formas y confusiones a que da lugar el amor, de cómo algunos actos
absurdos pueden convertirse en sacrificados actos de amor. Pero, sobre todo,
Arévalo quiere darnos un discursito de psicología positiva para (la) crisis: no
importa nuestro pasado, la herencia recibida o lo que dijéramos en nuestra
infancia, lo importante es el presente. Hemos de dejar de repetir los errores de
nuestros padres, los mismos errores y dejar de repetir la misma película, una historia
impuesta por otros. Hemos de escribir nuestra propia historia, la que queramos,
sin miedos o prejuicios de cualquier tipo. Aquí es donde cobra importancia la
selección de futbol: como símbolo de que todo es posible, de que solo hay que
tener fe y dejar de repetirse ese cuento de que España siempre caerá en
cuartos. Eso es, lo dice un descerebrado, de fracasados. Lo curioso es que para este mensaje el director necesite retomar una historia contada mil veces. En qué lugar deja esto a España y sus familias, decídalo el
espectador.
Personalmente, pese a ir cargado de prejuicios y aunque desprecio
los absurdos de la psicología positiva, incluso a pesar de momentos aberrantes
como la macarra horterada de la boda o el prescindible camarero borracho, he
disfrutado con la película. Agradable y entretenida. Sánchez Arévalo tiene
buena mano tras la cámara y logra que me crea en todo momento esta historia convencional
cargada de clichés. Hace falta talento y buenas interpretaciones para lograr
que alguien se crea este cúmulo de chorradas.
Nada de lo dicho debería ser una sorpresa. La gran familia española no solo mama e la tradición televisiva de
Antena 3 (Compañeros, El internado, Física o química…) y Telecinco
(Los Serrano), sino de cierto tipo de
cine americano: aquellas comedias desenfadadas y cargadas de psicología
positiva sobre familias disfuncionales que
tanto éxito tienen en cierto público. Pero claro, si la película la firmara un
director indi americano o el
sobrevalorado David O. Russell, se llenaría de aplausos sin importar el grosor
de las gafas del espectador.
A Daniel Sánchez Arévalo no le importa, aunque no se lleve un
Goya, seguro que Campofrío le contrata para su próximo anuncio.
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