Título original: Yut doi jung si (Yi dai zong shi) (Yidai zongshi) (The Grandmaster) Director: Wong Kar-Wai Guión: Wong Kar-Wai, Xu Haofeng, Zou Jinzhi (Historia: Wong Kar-Wai) Fotografía: Philippe Le Sourd Música: Shigeru Umebayashi Reparto: Tony Leung Chiu Wai, Zhang Ziyi, Zhao Benshan, Chang Chen, Brigitte Lin, Zhang Jin, Song Hye-kyo, Wang Qingxiang, Cung Le, Lo Hoi-pang, Liu Xun, Leung Siu Lung, Julian Cheung Chi-lam Distribuidora: Golem distribution
Me gusta el
Wuxia. Como mostró Tarantino, es el Western oriental. Me encanta el
Western. Ambos géneros son más que hermosa fotografía y escenas de acción,
tiros o peleas. Hay un potencial trágico y operístico en ellos. Con sus
paisajes inabarcables, las sucias tabernas o los recargados burdeles, una épica
reposada y profunda, duelos y la intensa carga emocional arrastrado por sus
personajes, son géneros perfectos para dilatar y concentrar el tiempo al antojo
de delicados climas emocionales que nos envuelven profundamente. Son géneros
perfectos para crear películas emotivas y reflexivas con el tiempo como figura
central. Sergio Leone lo sabía. Adoro a Sergio Leone.
Hay mucho Sergio Leone en esta película. Mucho de Erase una vez en América (Once Upon Time in
America, 1984) más allá de los arreglos a la formidable composición de
Ennio Morriconne Deborah’s Theme. The Grandmaster también es una narración
subjetiva movida por la memoria en que bucea su protagonista. Allí, “Noodles”
(Robert de Niro) hilvanaba el humo de sus recuerdos sobre la amistad perdida
con el ambicioso Max (James Wood) dilatando el tiempo de la narración por sus
emociones; del mismo modo, aquí, el mítico Ip Man, maestro de Bruce Lee, viaja
en busca del tiempo perdido. Una búsqueda imposible en pos de un amor sutil que
pudo ser y no fue, perdido en el devenir del tiempo. Un tema en absoluto ajeno
para el director de Deseando amar (In the
Mood For Love, 2000). El opio siempre es un consuelo para el recuerdo. Ip
Man, que a causa de la guerra pasó de tenerlo todo a ser un inmigrante más en
Hong Kong, sin una manta si quiera que echarse sobre los hombros, escogió otra
alternativa. Escogió el Kung Fu. Más que un arte marcial: una forma de vida. The Grandmaster es un homenaje a este
hombre.
La memoria no es aséptica y la recuperación del pasado es siempre
emocional, nunca histórica. Por ello es tan hipnótico el clima creado por Wong
Kar Wai. Onírico, subjetivo, provocando cierta sensación de irrealidad, como
corresponde al recuerdo. Hasta las peleas, coreografiadas por el experto Yuen
Woo-ping (Matrix, Kill Bill, Tigre y dragón), contribuyen a esta sensación. Cámara lenta, gotas
de lluvia (o nieve) rotas por el combate, primeros planos de los pies o las
manos danzando, o de los elementos del entorno, como los hipnóticos rostros de
las estáticas prostitutas. Especial atención merece el íntimo duelo entre la
pareja protagonista.
Para Wong Kar Wai la memoria va más alá de los personajes, y a
través de sus recuerdos, presenciamos la historia del Kung Fu, y la de China.
Al director de 2046 (id, 2004) le
interesa ahora la primera generación que emigró a Hong Kong con lo puesto
cuando China se agitaba tras la guerra. Ahí se juntaron gentes de lo más
variado, confluyeron innumerables escuelas de Kung Fu y Bruce Lee se hizo
discípulo de Ip Man. Así es como Hong Kong se ha convertido en lo que es.
Es aquí donde tiene sentido el personaje de el Navaja, pero a
cambio de una dispersión que resta fuerza al relato y convierte el film en una obra
maestra fallida. Más incluso de lo habitual en el director chino de gafas
oscuras, la narración se vuelve confusa. Vuele a ocurrirme lo habitual en sus
películas: me sumerjo maravillado por el tono emocional de la película y me
produce una honda sensación que permanece tiempo después de abandonar el cine,
pero me cuesta seguir el hilo, saber qué me está contando el director cantonés.
En cualquier caso, The
Grandmaster es el acercamiento autoral de Wong Kar-Wai a un género
injustamente denostado. No tiene la magia de Ang Lee en Tigre y dragón (Wo hu cang long, 2000), ni la espectacular lírica
de la trilogía wuxia de Zhang Yimou -formada
por Hero (2002), La casa de las dagas
voladoras (2004), y la fallida La
maldición de la flor dorada (2006)-, ni lo pretende. The Grandmaster es la aproximación íntima y reflexiva de un género
y un arte marcial ideal para ello. Pero es, ante todo, una película de imágenes
(no es de extrañar los múltiples montajes hechos por el director), imágenes que
persisten en la memoria.
Me gusta The Grandmaster.
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