Título original: Much Ado About Nothing Director: Joss Whedon Guión: Joss Whedon (Obra: William Shakespeare) Fotografía: Jay Hunter Música: Joss Whedon Reparto: Amy Acker, Alexis Denisof, Nathan Fillion, Clark Gregg, Reed Diamond, Fran Kranz, Jillian Morgese, Sean Maher, Spencer Treat Clark, Riki Lindhome, Ashley Johnson, Emma Bates, Tom Lenk, Brian McElhaney, Joshua Zar, Paul M. Meston, Romy Rosemont Distribuidora: Alfa Pictures
Mucho ruido y pocas nueces (2013),
no es un intento de Joss Whedon, un autor eminentemente popular, de entrar en
la alta cultura adaptando a uno de sus autores fetiches y eso se agradece. Es
un intento de hacer la opera prima
que durante 16 años de carrera le ha sido arrebatada. Su primer salto a la gran
pantalla fue forzado por los fans de Firefly
tras haber cancelado la prometedora serie y resulto en un decepcionante y
alargado “capítulo”; el segundo, fue
una megaprodución por encargo de Marvel. Ahora, por fin, ha tenido la
oportunidad de hacer una película barata e independiente, en blanco y negro, producida
por su mujer, rodada por sus colaboradores y amigos habituales, rodada en su
casa y con el material que él ha querido adaptar, tal y como le ha dado la gana:
una falsa opera prima de un director
que a estas alturas no tiene que ganarse al público y que no se encontraría con
problemas de financiación. Se agradece notar en cada plano que los actores y el
director están disfrutando con la película, pero además de la sospecha de
cierta impostura, no es suficiente.
Todo parecía apuntar que el director de Buffy Cazavampiros, Dr. Horrible y Los vengadores, era perfecto para adaptar al dramaturgo inglés.
Como él, es un autor absolutamente popular, escribe para el público, para
hacerle pasar buenos ratos y, como él, lo hace disfrutando, por el mero placer
de jugar con el lenguaje, crear personajes, enredos e historias. Whedon tiene
ese valioso don de convertir una historia típica y vista repetidas veces -sea
una serie de adolescentes con poderes, una spaceopera,
o una típica película de superhéroes de Marvel- en un producto fresco,
agradable, entretenido y con encanto; y lo hace solo disfrutando con su trabajo.
Aun haciendo cine de género no se ciñe a rigurosos códigos y juega con el
material que tiene entre manos, sea convirtiendo un capítulo de la serie en
musical, sacrificando una escena por un chiste fácil pero desenfadado o
terminando una comedia musical de forma perversa. Además, es experto en rodar
escenas entre varios personajes en momentos de presión o camaradería -el grupo
de amigos de Buffy, la tripulación de
Firefly, o el grupo de Los Vengadores que debe aprender a
trabajar en equipo-. Todo esto le convertían en un candidato perfecto para convertirse
en el reverso cómico y popular del mejor adaptador de Shakespeare por
excelencia: el conservador y grandilocuente -pero magnífico- Kenneth Branagh.
La apuesta de Whedon es atrevida y necesaria: situarse en el punto
intermedio entre el elevado y conservador Kennet Branagh (Enrique V, 1989; Mucho ruido y pocas nueces, 1993; Hamlet, 1996) y
el posmoderno destructor de textos Baz Luhrmann (Romeo + Julieta, 1996). Para ello trae el texto original de
Shakespeare al presente, con personajes vestidos de traje y corbata, con teléfono
móvil y gustos contemporáneos. El resultado es extraño y cuesta entrar en él,
pero ese es el menor de los problemas.
¿Qué es lo que durante tanto tiempo nos ha fascinado de
Shakespeare? No es que modificara ninguno de los hábitos teatrales de su tiempo,
ni que los llevara a la perfección. Dicen que todas las habilidades dramáticas
de Shakespeare eran superadas por alguno de sus coetáneos isabelinos como
Christopher Marlowe, con quien se ha confundido a menudo al Cisne de Avon
llegando a insinuarse que son el mismo autor (tras una ligera resurrección,
claro). Lo que nos fascina del autor de Hamlet
es, a pesar de la afectación del lenguaje, la humanidad de sus personajes -poeta de poetas llamaba Machado a
Shakespeare- capaces de expresarse por sí mismos y transcender a su creador. Shakespeare
disfruta manipulando el lenguaje y es capaz de sacrificarlo todo por una
metáfora o un chiste. Por eso, el defecto imperdonable de la adaptación Joss
Whedon es convertir a todos los personajes en parodias de sí mismos, y
transformar el humor llano pero sofisticado de Shakespeare en unas ansias desenfrenadas
de hacer el tonto en el mejor de los casos, o en el peor en un intento
bufonesco y desesperado por hacer reír al espectador sin importar que con ello
arrebate la humanidad de los personajes.
Los personajes de Mucho
ruido y pocas nueces (2013), son del todo ridículos y, a menudo, carentes
de dignidad -como el caso del insoportable y bufonesco guarda-; no nos podemos
creer ni uno solo de ellos, como tampoco podemos creernos la historia ni las motivaciones
de los personajes. No es que la película sea “la obra nihilista más amable que jamás se haya escrito” como decía
Harold Bloom del texto original, sino un sinsentido bufonesco representado por
caricaturas. A falta de leerme la obra original y comprobarlo, sospecho que
esto se debe a la adaptación de Whedon, a su necesidad de hacer el tonto y no
tomarse nada en serio el material que tenía entre manos, a su esfuerzo por
resultar agradable al espectador y a un anacronismo tan salvaje que desrealiza
los personajes.
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