Título original: Gravity Director: Alfonso Cuarón Guión: Alfonso Cuarón, Jonás Cuarón Música: Steven Price Fotografía: Emmanuel Lubezki Reparto: Sandra Bullock, George Clooney Distribuidora: Warner Bros.
Tenía
muchas ganas de ver esta emocionante y
visceral maravilla del 3D capaz de derrotar el logro visual de Cameron en Avatar (2009) y de ofrecer la
experiencia más cercana al espacio que
jamás tendremos. Nadie puede desmentir todas estas buenas críticas. Gravity, desde luego, parece estar
rodada en el espacio exterior y sin gravedad. Es la película que necesitaba la
tecnología 3D para justificarse después de tanta decepción. Ahí donde James
Cameron empleaba la tercera dimensión para la exhibición espectacular, el
precedente hasta el momento, Alfonso Cuarón la emplea en una brillante y
expresiva estética capaz de recrear en sus imágenes la angustia metafísica y la
belleza de ese territorio poco conocido, solitario y extremadamente peligroso que
es el espacio exterior. Un paraje desolador en el que la supervivencia es una
lucha continua, un lugar capaz de evidenciar la soledad existencial del ser
humano, al mismo tiempo que la belleza de la vida y la naturaleza.
Sin
embargo, hay toda una dimensión de la película al que las críticas hacían rara
mención. Ahora entiendo el por qué: el drama humano de los personajes es más
desolador y aburrido que esperar la muerte flotando en el espacio exterior.
Podríamos
situar Gravity como un film a caballo
entre dos géneros: la ciencia ficción realista que explora con detalle la
tecnología del presente y las películas de supervivencia en un medio hostil. Ambos
(sub)géneros, tienen en sí mismos la semilla de la reflexión existencial. El
director de Hijos de los Hombres (2006)
nos hace sentir en nuestra propia piel lo que debe ser moverse y sobrevivir en
un entorno sin gravedad, sin sonido y sin oxígeno. Los movimientos de vals que
ejecuta la cámara en tres dimensiones, como si flotara con los personajes; el
sabio uso de los silencios y efectos especiales o música; las imágenes creadas
con todo detalle por ordenador; la tecnología 3D para mostrar partículas u
objetos suspendidos (impresionantes las llamas y las lágrimas) o para
impresionar con la violencia de esos movimientos sin rozamiento que convierten
la basura espacial en metralla mortal sacándonos el corazón del pecho; todos
estos recursos están puesto al servicio del suspense y la acción, pero también
del drama de supervivencia con el que Sandra Bullock nos sorprende. El
resultado son unas imágenes que entretienen, impresionan, angustian y sobrecogen
al mismo tiempo en una danza ingrávida nunca vista. (1)
Pero
al drama metafísico de supervivencia en la inmensidad del espacio, abandonado
en lo desconocido, en la nada, lo acompaña otro drama más humano. Sandra
Bullock perdió a su hija en el pasado, vive movida por el mero hábito, sin nada
que la mueva a luchar por sobrevivir. Su odisea
en el espacio y su encuentro con un mesiánico George Clooney la forzarán a
elegir entre encontrar algo por lo que vivir o dejarse morir en la soledad y
calma del espacio. Por lo bien que se ensambla esta línea argumental con el
drama metafísico que transmiten las imágenes, la idea podría ser brillante,
pero no. El guión a manos de Alfonso Cuarón y su hijo Jonas caen en los tópicos
trillados por el Hollywood más conservador y sentimentaloide. Mucho contenido
religioso, mucho “rezar por mí porque a mí
no me enseñaron”, muchas lágrimas forzadas que no logran conmover al
espectador, mucho explicitar lo que debería sentirse en los momentos claves (2),
y al final, poco que merezca la pena haber sido contado o que pueda calar hondo
al espectador. Sentimentalismo fast-food
que, por suerte o por desgracia, al menos tiene la decencia de no violar las
lágrimas del espectador con bajezas a Lo
Imposible.
Y es
una pena, porque la hermosa metáfora, maravillosamente llevada, de la
supervivencia en la inmensidad del espacio, infinitamente solos -con la paz
uterina y desolación que ello conlleva y que Cuarón sabe mostrar-, desconectados
de toda humanidad, tratando de comunicarnos a ciegas con otros, y en una
desesperada busca de algo que nos mueva a permanecer con vida, era perfecta
para reflejar, no solo la sentimentaloide historia de una madre que perdió a su
hija; sino el drama humano y existencial de cada uno de nosotros en una sociedad
mediada por la tecnología y los satélites pero que no logra vencer las
distancias que nos asilan y separan. Una sociedad tecnológica que puede
resultar tan vulnerable y hostil como los fragmentos de estos satélites al
desprenderse a toda velocidad.
Posible SPOILER
(1)
Y cuando hablo de estás maravillosas imágenes no
me refiero solo a los momentos de acción, sino también a la belleza de Sandra
Bullock al entrar por primera vez en la estación espacial y gozar su primer
instante (breve) de paz, sin el traje de aeronauta, suspendida en la cabina
uterina en posición fetal; o al hermoso momento final, en que la actriz hunde
el rostro en la tierra y la acaricia como si se tratará de la vida misma.
(2)
Me refiero al desaprovechado momento, por
subrayado y explícito, en que la protagonista, derrotada en su lucha por la
supervivencia, contacta con un chino al que no entiende pero que la contacta
con la vida en la tierra y el resto de la humanidad.
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