Título original: The Incredible Shrinking Man Director: Jack Arnold Guión: Richard Matheson Música: Joseph Gershenson Fotografía: Ellis W. Carter (B&W) Reparto: Grant Williams, Randy Stuart, April Kent, Paul Langton, Raymond Bailey, William Schallert, Billy Curtis Distribuidora: Universal Pictures
Ver El Increible Hombre Menguante (Jack Arnold, 1957) es enfrentarse a
la historia de cómo lo cotidiano es puesto cabeza abajo. Para Scott
Carey, el hombre menguante, esto ocurre cuando, tras atravesar una nube de
radioactividad, comienza a menguar a pasos agigantados; para el cine fantástico y del terror,
lo cotidiano fue puesto del revés cuando Jack Arnold rodó esta película.
Lo cotidiano para el protagonista, como no podía ser de otra manera, es
nada más y nada menos que el American Way of Life: es un hombre de metro
ochenta y cinco felizmente casado, con un dúplex con sótano, un gato
cariñoso y arañas en los rincones más oscuros; para los espectadores de
la época es la Serie B de los cincuenta, frecuentada por monstruos
gigantes -a menudo insectos- frutos del peligro radioactivo.
Según el protagonista empieza a menguar, su matrimonio se amarga, su
personalidad se embrutece, y lo que antes contribuía al orden natural de
las cosas se tornará en peligrosos desafíos mortales. La mujer que le
hacía feliz ahora solo puede sentir compasión por él -será una enana la
única que le comprenda-, el gato doméstico es un depredador mortal, la
fuga del calentador una fuente de agua y más tarde fruto de la más
peligrosas de las tormentas; el pan y juego de costuras -dejado por su
mujer en el sótano tiempo atrás, en ese juego de asociaciones continuas
al que se entrega Arnorld- en un equipo de superviencia, y así un largo
etcétera. La vida que llevó hasta ahora ya no le sirve, no es un punto
al que regresar, sino de dejar atrás. Aferrarse a él solo envenena el
ambiente. Es un simulacro sin sentido, y ahí tenemos la magnífica escena
de la casa de juguete -cristalización del sustituto inservible del
hogar- para demostrarlo. Scott debe dejar a su esposa ir, aceptar su
condición -primero como enano pero después más allá-, realizar
una representación en miniatura de la conquista de la naturaleza y el
ambiente por el hombre, y abrazar su nueva vida: su destino
infinitesimal, a Dios, según el final impuesto por la productora al
margen del director y del autor de la novela.
Al espectador de la época tras ver este filme tampoco le quedó más
remedio que aceptar que el terror había madurado y estaba listo para un
nuevo recorrido. Los monstruos gigantes ya no serían producto del
exterior, sino de uno mismo, del punto de vista. La anormalidad ya no
estará en el entorno, sino en el hombre. La inocencia del terror de la
Universal empezaría a dar paso a un nuevo tipo de terror, el terror
psicológico.
Yo no soy un gran amante del terror clásico -por desconocimiento más que otra cosa-, pero tras disfrutar de esta película que empieza como drama para girar a la aventura con unos efectos especiales nada caducos -si bien es inevitable sonreír en algunas escenas por su inocencia-, he de admitir que con 700.000$ y una buena idea, se podía hacer una buena película, blindada al paso del tiempo y sobretodo, entretenida. Eso ya es mucho, para algunos, todo.
Yo no soy un gran amante del terror clásico -por desconocimiento más que otra cosa-, pero tras disfrutar de esta película que empieza como drama para girar a la aventura con unos efectos especiales nada caducos -si bien es inevitable sonreír en algunas escenas por su inocencia-, he de admitir que con 700.000$ y una buena idea, se podía hacer una buena película, blindada al paso del tiempo y sobretodo, entretenida. Eso ya es mucho, para algunos, todo.
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