miércoles, 23 de octubre de 2013

'Gravity' - Un fallido drama existencial rodado en exteriores



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Título original: Gravity Director: Alfonso Cuarón    Guión: Alfonso Cuarón, Jonás Cuarón    Música: Steven Price    Fotografía: Emmanuel Lubezki   Reparto:  Sandra Bullock, George Clooney    Distribuidora: Warner Bros.


Tenía muchas ganas de ver esta emocionante y visceral maravilla del 3D capaz de derrotar el logro visual de Cameron en Avatar (2009) y de ofrecer la experiencia más cercana al espacio que jamás tendremos. Nadie puede desmentir todas estas buenas críticas. Gravity, desde luego, parece estar rodada en el espacio exterior y sin gravedad. Es la película que necesitaba la tecnología 3D para justificarse después de tanta decepción. Ahí donde James Cameron empleaba la tercera dimensión para la exhibición espectacular, el precedente hasta el momento, Alfonso Cuarón la emplea en una brillante y expresiva estética capaz de recrear en sus imágenes la angustia metafísica y la belleza de ese territorio poco conocido, solitario y extremadamente peligroso que es el espacio exterior. Un paraje desolador en el que la supervivencia es una lucha continua, un lugar capaz de evidenciar la soledad existencial del ser humano, al mismo tiempo que la belleza de la vida y la naturaleza.
Sin embargo, hay toda una dimensión de la película al que las críticas hacían rara mención. Ahora entiendo el por qué: el drama humano de los personajes es más desolador y aburrido que esperar la muerte flotando en el espacio exterior.

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Podríamos situar Gravity como un film a caballo entre dos géneros: la ciencia ficción realista que explora con detalle la tecnología del presente y las películas de supervivencia en un medio hostil. Ambos (sub)géneros, tienen en sí mismos la semilla de la reflexión existencial. El director de Hijos de los Hombres (2006) nos hace sentir en nuestra propia piel lo que debe ser moverse y sobrevivir en un entorno sin gravedad, sin sonido y sin oxígeno. Los movimientos de vals que ejecuta la cámara en tres dimensiones, como si flotara con los personajes; el sabio uso de los silencios y efectos especiales o música; las imágenes creadas con todo detalle por ordenador; la tecnología 3D para mostrar partículas u objetos suspendidos (impresionantes las llamas y las lágrimas) o para impresionar con la violencia de esos movimientos sin rozamiento que convierten la basura espacial en metralla mortal sacándonos el corazón del pecho; todos estos recursos están puesto al servicio del suspense y la acción, pero también del drama de supervivencia con el que Sandra Bullock nos sorprende. El resultado son unas imágenes que entretienen, impresionan, angustian y sobrecogen al mismo tiempo en una danza ingrávida nunca vista. (1)

Pero al drama metafísico de supervivencia en la inmensidad del espacio, abandonado en lo desconocido, en la nada, lo acompaña otro drama más humano. Sandra Bullock perdió a su hija en el pasado, vive movida por el mero hábito, sin nada que la mueva a luchar por sobrevivir. Su odisea en el espacio y su encuentro con un mesiánico George Clooney la forzarán a elegir entre encontrar algo por lo que vivir o dejarse morir en la soledad y calma del espacio. Por lo bien que se ensambla esta línea argumental con el drama metafísico que transmiten las imágenes, la idea podría ser brillante, pero no. El guión a manos de Alfonso Cuarón y su hijo Jonas caen en los tópicos trillados por el Hollywood más conservador y sentimentaloide. Mucho contenido religioso, mucho “rezar por mí porque a mí no me enseñaron”, muchas lágrimas forzadas que no logran conmover al espectador, mucho explicitar lo que debería sentirse en los momentos claves (2), y al final, poco que merezca la pena haber sido contado o que pueda calar hondo al espectador. Sentimentalismo fast-food que, por suerte o por desgracia, al menos tiene la decencia de no violar las lágrimas del espectador con bajezas a Lo Imposible.

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Y es una pena, porque la hermosa metáfora, maravillosamente llevada, de la supervivencia en la inmensidad del espacio, infinitamente solos -con la paz uterina y desolación que ello conlleva y que Cuarón sabe mostrar-, desconectados de toda humanidad, tratando de comunicarnos a ciegas con otros, y en una desesperada busca de algo que nos mueva a permanecer con vida, era perfecta para reflejar, no solo la sentimentaloide historia de una madre que perdió a su hija; sino el drama humano y existencial de cada uno de nosotros en una sociedad mediada por la tecnología y los satélites pero que no logra vencer las distancias que nos asilan y separan. Una sociedad tecnológica que puede resultar tan vulnerable y hostil como los fragmentos de estos satélites al desprenderse a toda velocidad.

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 Posible SPOILER

(1)    Y cuando hablo de estás maravillosas imágenes no me refiero solo a los momentos de acción, sino también a la belleza de Sandra Bullock al entrar por primera vez en la estación espacial y gozar su primer instante (breve) de paz, sin el traje de aeronauta, suspendida en la cabina uterina en posición fetal; o al hermoso momento final, en que la actriz hunde el rostro en la tierra y la acaricia como si se tratará de la vida misma.

(2)    Me refiero al desaprovechado momento, por subrayado y explícito, en que la protagonista, derrotada en su lucha por la supervivencia, contacta con un chino al que no entiende pero que la contacta con la vida en la tierra y el resto de la humanidad.

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