lunes, 10 de febrero de 2014

'La Venus de las pieles' - Cine, sexo, poder y juegos



 http://pics.filmaffinity.com/La_Venus_de_las_pieles-268603115-large.jpg
Título original: La vénus a la fourrure Director: Roman Polanski  Guión: Roman Polanski, David Ives (Teatro: David Ives)  Fotografía: Pawel Edelman  Música: Alexandre Desplat  Reparto:  Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner  Distribuidora: Wanda vision

Nunca sé a qué atenerme ante cada nuevo estreno de Polanski. Nunca sé qué esperar, solo que el director polaco tratará de perturbarme. Con La Venus de las pieles (La vénus a la fourrure) Polanski vuelve a adaptar una obra de teatro, con economía de medios pero con todos los recursos cinematográficos en pos de una historia íntima de dominación femenina.

La nueva película de Roman Polanski es una matrioska rusa hipertrofiada. El polémico director adapta, con un actor inquietantemente parecido a él como protagonista, la obra de teatro de Davis Ives, donde el protagonista, Thoma Novachek, adapta e interpreta la polémica novela de Sacher-Masoch -de quien procede el término masoquismo- La Venus de las pieles (1870), sobre un hombre, Severin von Kushemski, de personalidad masoquista entregado a Wanda von Dunajew, la encarnación afrodisiaca de las fantasías del escritor decimonónico. Demasiados niveles, ¿no? pues la cosa se complica. Ante la presencia de una actriz, Vanda (Emmanuelle Seigner, la volutuosa mujer de Polanski), demasiado semejante al personaje que interpreta -por el misterio que la rodea, el aura perversa que la introduce en escena, su inteligencia y antropofagia bien podría ser una esfinge en lugar de una Venus-, el director de teatro protagonista de la película, comienza a encarnarse en su personaje repitiendo, salvo por el giro final, el drama escrito por Sacher-Masoch años atrás. Sacher-Masoch (1870), Davis Ives (2010), Roman Polanski (2013). Kushemski, Novachek, Polanski.

http://www.wandavision.com/img/archivos_de_peliculas/1458/imagenes/fotografias/362x233_ven1979_7932.jpg

Polanski disfruta con tanta representación dentro de representación y juega con ellas, fundiéndolas, confundiéndonos, entremezclando realidad y ficción y ficción dentro de ficción (en caso de que tenga sentido separarlas). Polanski, Novachek, Kushemski. Polanski no es Borges ni es el primero que juega con la endiablada recursividad, que nadie espere sorpresas o algo verdaderamente novedoso, pero sí lo hace con endiablada habilidad. El resultado es de lo más estimulante: un duelo repleto de lascivia, seducción y tensión con tan solo dos actores y unos pocos medios que funcionan excelentemente. Un excitante juego de poderes donde uno no sabe bien qué réplica y contrarréplica están o no en qué guión. Un juego en que el director se convierte en dirigido, el actor en personaje, la dominante en sometida y el hombre en mujer. Un juego donde Polanski da rienda suelta a todas sus parafilias sin renunciar al humor, la ironía y la autorreflexión.

Pero no todo es juego en esta película. El director de Lunas de hiel (1992) quiere reflexionar sobre los juegos de poder en una relación y sobre el deseo reprimido puesto a prueba. Qué mejor para ello que tomar aquella relación en que la asimetría parece más marcada y prefijada: las relaciones de dominación-sumisión. Polanski da la vuelta a las cosas: el libro que convierte a la mujer en diosa (Venus) y al hombre en su esclavo es realmente una fantasía masculina, la dominante es sometida por su esclavo y la lucha de poderes, la dependencia-independencia emocional, permanece incluso donde menos podíamos esperar.



Uno tiene la sensación de que con esta obra menor, pues al fin y al cabo es ante lo que estamos, Polanski desea recapitular en sus fantasmas y en su carrera. Pero llegados a este punto, la desmedida recursividad, el desconocimiento de los textos de Sacher-Masoch e Ives, y mi incapacidad de procesar tantos planos durante un visionado, me superan y comienzo con el dolor de cabeza. 

La Venus de la pieles, se mueve durante todo el metraje entre la recursividad, el humor y la ambigüedad, siendo la película más autorreflexiva (demasiado) que he visto del director. Pero llega el final, demasiado predecible desde la cita a Las bacantes (Eurípides), y con él la fusión de todos los planos manejados, las respuestas y el discurso, y lo que era ambivalente y excitante se convierte en grotesco.


No hay comentarios:

Publicar un comentario