jueves, 13 de febrero de 2014

'Alabama Monroe' - Melodrama bien orquestado

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Título original: The Broken Circle Breakdown  Director: Felix Van Groeningen  Guión: Carl Joos, Felix Van Groeningen  Fotografía: Ruben Impens  Música: Bjorn Eriksson  Reparto:  Veerle Baetens, Johan Heldenbergh, Nell Cattrysse  Distribuidora: Golem distribution

Han pasado varias semanas y aun pienso en Llewyn Davis. Aún me cabrea su ausencia en los Oscar. Con tan buen recuerdo, me apetecía este homenaje al bluegrass, “la más forma más puro de country estadounidense”. No tienen nada que ver. Alabama Monroe (The Broken Circle Breakdown) es, ante todo, un melodrama. Avalado, eso sí, por numerosos festivales y una nominación a los Oscar como mejor película extranjera.

Felix Van Groeningen no quiere que su carta de presentación en EEUU sea un millonésimo drama sobre una enfermedad terminal, la leucemia. Como tantos otros autores de melodrama, quiere que su película sea una reflexión sobre la muerte  y por tanto, sobre la vida, el consuelo.

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Me gusta que el guión resuelva el nudo melodramático a mitad de la película, con pocas pero eficaces escenas, y que se centre en las consecuencias para la pareja protagonista. Pero sigue siendo un melodrama más. Aunque Van Groeningen trata de diferenciarse con una pareja progre, “poco convencional”, amantes del campo, EEUU, el bluegrass y los tatuajes, cae en todos los tópicos del género favorito de Antena 3: pareja feliz y perfecta es enfrentada a la enfermedad y comienzan los problemas. Un dramón.

Los flashbacks, ordenados casi linealmente, nos muestran los pilares del paraíso construido por los protagonistas: símbolos de su amor (tatuajes, torches…), acontecimientos importantes, etc.  El gran relato de la pareja feliz. La inesperada enfermedad pone a prueba la pareja y los iconos del paraíso empiezan a subvertirse y a despedazarse previsiblemente. Nada nuevo bajo el sol. Si funciona es por la química y el buen hacer de los protagonistas (atención a la Baetens, merecida premiada del Cine Europeo) y, sobre todo, por la música. La música une a la pareja protagonista. Es vehículo emocional de sus emociones y las nuestras. Está bien grabada, con sentido dramático, al servicio de la narración, la elipsis y la emoción.

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Durante la primera mitad la película funciona perfectamente a pesar del artificio, de la falta de sorpresas y de la idílica y convencional relación protagonista. Hasta que llegan los problemas. Sonrío burlón ante la facilona excusa del pájaro contra el cristal para plantear todos los problemas del filme -la muerte, la fe, la razón…-, y me dejo llevar por el buen hacer del director y sus actores. La lágrima surge cuando debe, sin que la fuercen demasiado y los minutos pasan raudos. Tanto que ya no recuerdo qué más pasaba. Sí recuerdo la música. Me gustó.

Llega la segunda mitad y algo comienza a torcerse. Un dramón. Dos formas distintas de afrontar la pérdida -razón versus fe-, bastante discurso naif y un metraje excesivo que empieza a pesar: la película se ha desinflado. Ni las interpretaciones ni la música salvan la película del suicidio. Sí son, eso siempre, un consuelo.

Alabama Monroe está a años luz de Inside Llewyn Davis. Está en los Oscar. 

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