domingo, 6 de enero de 2013

Crítica 'Los miserables': Ecos de una obra maestra



Título original: Les Misérables Director: Tom Hooper Guión: William Nicholson (Novela: Víctor Hugo) Música: Claude-Michel Schonberg Fotografía: Danny Cohen Reparto: Hugh Jackman, Russell Crowe, Anne Hathaway, Amanda Seyfried, Eddie Redmayne, Samantha Barks, Helena Bonham Carter, Sacha Baron Cohen Distribuidora: Universa

En 1862, Víctor Hugo publicó la que muchos consideramos su obra maestra: Los Miserables, una obra que en sus propias palabras “será siempre un todo indivisible […] una Biblia, no una Biblia divina sino una Biblia humana. Un libro múltiple que resume un siglo”: el mejor retrato del París decimonónico. Una obra con una visión crítica y sabia de su época, pero llena de amor; una obra que suda humanidad, que sangra épica e intensidad. Una novela inolvidable de casi 2000 páginas. ¿Cómo adaptar semejante monstruosidad? La respuesta es obvia, no se puede; pero a Hooper no le torturaba demasiado esta pregunta, él se ha propuesto adaptar una adaptación previa, la adaptación del musical de éxito, no el libro, y eso, amigos míos, se nota.

Ninguna película puede recrear la experiencia que supone semejante lectura. Los Miserables es de esos libros que piden una entrega de varios meses, pero a cambio te acompaña durante toda la vida. Tal vez aquí esté el por qué a tantos lectores les ha decepcionado el encuentro audiovisual. Yo, como ellos, no pude separar mi visionado de mis recuerdos, pero esto no tiene por qué suponer la decepción. Como adaptación de una adaptación, Tom Hooper – el director de la galardonada El Discurso del Rey - acierta en no pretender recrear la experiencia lectora, probablemente sí la del musical. Al no haber tenido el gusto no puedo juzgarlo. Hooper tan solo (!) pretende proporcionar una experiencia cinematográfica inolvidable y no reparará en artimañas para conseguirlo.


Como musical, la película va directa a la emoción alcanzando por momentos una gran intensidad. Con una historia y personajes como los que tiene de partida, y con semejante música, admitámoslo, tenía el partido –y a los espectadores- ganados de antemano.

Pero no todo son aciertos, como adaptación del musical se encuentra encorsetada por sus ventajas e inconvenientes. Por un lado tiene canciones magníficas – At the End of the Day, I Dreamed a Dream, Do You Hear the People Sing?, entre otras. Pero también algunas más flojas como las ñoñadas de Marius y Cosette, y probablemente se eche en falta un protagonismo mayor de la orquesta, sin voces –a menudo sin nada que aportar a la imagen- robando protagonismo. Los diálogos cantados, eso sí, pueden convencer, apasionar o agotar, aunque depende de cada cual. Por otro lado, el formato musical dilata demasiado unos momentos que debe compensar con largos saltos entre una canción y otra. El resultado es la sensación de que todo va demasiado rápido y el intento de condensar se queda en lo superficial. Se echan en faltas más canciones longitudinales que hagan progresar la acción.


Pero si el film funciona tan bien no es solo por la música, sino por los personajes que hay detrás, algo de lo que el director sabe aprovecharse con un excelente reparto. Es cierto que de la obra coral que es Los Miserables se convierte en una historia de dos personajes que tal vez debió llamarse Jean Valjean, pero con el paso de un medio a otro no pudo haber decisión más acertada. Hugh Jackman da vida a un convincente Jean Valjean, que tal vez tenga la voz menos acertada del reparto, pero logra plasmar a la perfección los conflictos por los que pasa el personaje, ya sea por su rostro, o por algún ingenuo juego de luces. También tenemos el mejor inspector Javert – un más que correcto Russel Crowe- que he podido ver en la gran pantalla. El primero que no es demonizado durante tres cuartas partes de la película. Personaje que prestará la que para mí es una de las escenas más intensas del film.

Rodeando a estos personajes surgen unos secundarios a la altura, menos desarrollados, sí, pero excelentemente caracterizados. Los Thénardiers son convertidos en dos bufones de opereta, en el contrapunto cómico, pero hay que ver cómo iluminan la pantalla cada vez que Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter salen a escena con su pegadiza y desenfadada melodía. De la camarilla del café ABC hay poco que destacar salvo Gavroche, y la química de camaradería que reflejan los personajes. Gavroche, encarnación del espíritu de la revolución francesa, tiene una gracia, un carisma, que ganará las simpatías hasta del más escéptico. Lástima darle un final tan poco convincente. Por su parte Éponine, interpretada por la cantante original del musical Samantha Barks, y, probablemente, la mejor voz del reparto, logra hacer casi creíble lo que si fuera por el guión no lo sería.

Quería evitarlo para no comenzar a despotricar, pero toca hablar de Marius y Cosette. Ni las buenas voces de los actores evita que cada minuto suyo en escena –en especial cuando el peso cae en su relación- sea desquiciante. ¿Soy el único que querría patear el inmaculado rostro de Marius cada vez que aparece en priqmerísimo plano? ¿Dios, alguien ha llegado a contarlos? Cosette es insufrible, ¡que vuelva a la posada!

http://m24digital.com/wp-content/uploads/2012/05/les-miserables-2012.jpgY me dejo el mejor personaje para el final, Fantine, papel por el que probablemente Anne Hathaway se lleve un Oscar. Protagoniza la primera escena conmovedora del film –no olvidéis llevar clínex-, y con ella ganará el corazón de más de uno. Es una escena donde el uso del primerísimo plano sostenido cobra pleno sentido –la única de la película donde está justificado más allá de las limitaciones del director- logrando uno de los momentos álgidos.

Sin embargo parece que Hooper no ha sabido ir mucho más allá del material de partida, no ha sido capaz de llevar Broadway a París, se ha quedado en el escenario en lugar de mostrar el espíritu de una apasionante capital decimonónica; como lograba  en parte con Londres en El Discurso del Rey. Así, toda la película transcurre sobre prácticamente los mismos escenarios. Destacan por la extenuante repetición, el mismo cruce de calles (atención al perfecto orden geométrico de las barricadas) donde tiene lugar la revolución y el Point Neuf con Notre Dame de fondo, donde transcurre toda la exploración a la psicología de Javert.

Si cuando pienso en un musical pienso en coreografías y en espectáculo, cuando pienso en el de Los miserables, añado épica y grandeza; y si además se trata de una revolución decimonónica, pienso en pólvora, humo, sudor, sangre y rostros compungidos. No encontré nada de ello. Para remarcar el drama, que debería destacar por sí mismo, el director nos acosa con continuos primeros planos, encuadres holandeses gratuitos y una cámara al hombro que habrá a quien moleste (personalmente fue lo que menos me desagradó de la dirección). Para colmo, la lucha en las barricadas de Hooper consisten en una docena de modelos siendo disparados y hasta degollados sin derramar ni una gota roja. Solo veremos sangre cuando le toque su turno para poder tacharlo de la lista. Y esto es lo que más me ha molestado de una película tan irregular, su ansía por agradar a todos los públicos, por no incomodar a nadie. Su comercialidad. Su prefabricación para la gala de los Oscar.


En una revolución quiero ver sudor y sangre, quiero lágrimas de ira y no de dulce canto amanerado, quiero humo, sangre y pólvora. Quiero épica, quiero ponerme ebrio de libertad e idealismo. Y al ver los bajos fondos de París no me conformo con una fotografía grotesca pero excesivamente plástica y artificial, quiero inhalar el hedor, quiero que desagrade, que no se quede en una propuesta estética superficial propia del Tim Burton de Dark Shadows.

Los Miserables de Hooper no es la película del año, no es la adaptación que merecía Víctor Hugo, tan solo es el eco distorsionado de una obra maestra, un eco que a pesar de la distancia y los errores no ha perdido su fuerza; un eco capaz de transportarnos, de proporcionar una intensa (y superficial) experiencia a todo espectador; y a los afortunados que conocimos la historia, hacernos rememorar y revivir la lectura, esta sí, una experiencia inolvidable.

1 comentario:

  1. Gran puesta en escena y decoración y medios y también buenas canciones para que todo en 'Los Miserables' acabe sonando huero, vacío, hueco.... Una lástima. Un saludo!

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