miércoles, 30 de enero de 2013

'Hitchcock': La rubia que colmó el vaso




Título original: Hitchcock Director: Sacha Gervasi Guión: John J. McKaughlin, Stephen Rebello Música: Danny Elfman Fotografía: Jeff Cronenweth Reparto: Anthony Hopkins, Helen Mirren, Scarlett Johansson, Jessica Biel Distribuidora: Fox Estreno: 01/02/2013

Más allá del suspense, de la perfección del thriller, del cameo, del cine en todas sus vertientes, había algo que Hitchcock adoraba y que nunca pudo saborear: el calor de una rubia. Por simple o degenerado mental que suene, al bueno de Alfred le gustaba más una rubia que a un niño un caramelo. Pero por desgracia para él ninguna de las musas de oro que desfilaron por su plató acabaron sonriéndole detrás de las cámaras: Madeleine Carroll (39 escalones) Joan Fontaine (Rebeca), Ingrid Bergman (Recuerda), Grace Kelly (Crimen perfecto), Kim Novak (Vértigo)... a cualquiera se le hubiera hecho la boca agua con semejante arsenal de estrellitas bien dotadas. Hitchcock llegó a obsesionarse con muchas de ellas hasta el punto de hacerles la vida imposible en el rodaje, y por supuesto de cogerles recelo de por vida a otros cineastas que tuvieron más suerte que él. Y de fondo contaba con la translúcida pero fiel figura de su mujer Alma Reville, que tuvo que soportar sus obsesiones mientras le ayudaba a realizar tanto peliculón.

Fue en 1962 cuando llegó la rubia definitiva. Janet Leigh fue la gota que colmó el vaso de los nervios del director, que en ese momento estaban a flor de piel por sacar adelante una película diferente en su colección y por la que se jugó mucho. No solo dinero (no contó con financiación de ninguna distribuidora) sino también su reputación por lanzarse al terror, un género atrevido y que solo aparece de forma muy implícita en su filmografía. Psicosis fue y es terror puro, fue y es una obra maestra indiscutible incapaz de dejar a nadie indiferente aunque pasen mil años. Por tanto si hay algún capítulo a destacar en la vida del cineasta es sin duda su rodaje y cómo consiguió sacar adelante el proyecto mientras veía peligrar el futuro de su matrimonio. Por eso no me corto un pelo al afirmar que Sacha Gervasi ha creado un más que aceptable perfil de uno de los mejores realizadores del cine, ya que huye del tostón que puede suponer revisar toda la biografía de este hombre en un solo film.



Anthony Hopkins hace una más que acertada interpretación, tan solo pedante al principio hasta que el espectador se acostumbra. No es solo estimable por los kilos de más que ha tenido que ganar Hannibal Lecter para meterse en la piel de Hitchcock sino también por su forma de hablar y moverse. Resulta tan encantador como cabezota, obseso pero detallista y atento con su entorno cuando la verborrea desiste. Detalles que su mujer (Helen Mirren) recibe a cuentagotas entre muchos, muchos berrinches. Aunque ella tampoco se traga la lengua. Está deseando jugar sus cartas por una vez en la vida, de escribir algo con su firma y de no quedar parapetada tras los flashes que acapara su marido. Esta es el verdadero cine dentro del cine que Gervasi nos quiere mostrar.

Pero sin duda son los guiños hacia Psicosis lo que hace que el proyector ruede hasta el final. Las dificultades de producción, la historia del asesino, la elección del reparto, la asfixiante escena de la ducha, la tenebrosa musiquilla... todo huele a melancolía y fascinación por ese modo de rodar hace medio siglo. También resulta original la forma de arrancar la cinta y terminarla. Recomendable ver algún episodio de la larga serie Alfred Hitchcock presenta para pillarle el punto por completo.

Y qué decir de Scarlett Johansson. Por muy pasajera que sea su interpretación como Janet Leigh la actriz vuelve a traspasar el umbral del encantamiento y la belleza. ¿Se puede ser más hermosa, delicada, perfecta? Hollywood necesita más morritos, que deje de hacerla perder tiempo con tanto papel secundario.

Mi locura por Psicosis ha echado en falta todavía más detalles sobre cómo el británico llegó a rodar determinadas escenas o escoger los escenarios. Pero entonces perdería el escaso elemento biográfico que ya de por sí tiene. Hitchcock es la deuda que el cine nunca le ha pagado al cineasta, más allá de las Oscar que nunca fueron. Es el retrato de su personalidad tragicómica, el espejo de su imaginación espontánea, la demostración en pantalla de su pasión por ese elemento tan imprescindible llamado mujer. Hitchcock, como su propio nombre indica, es Cine.

1 comentario:

  1. Una buena historia, bien contada, con un Hitchcock amable que muestra ante la pantalla todas sus neuras y debilidades de la mano de Alma, su comprensiva esposa. Buenas interpretaciones para una película que hace pasar un buen rato. Un saludo!

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